¿Cómo salvan vidas los perros en los terremotos? ¡Jugando!

¿Cómo salvan vidas los perros en los terremotos? ¡Jugando!

El proceso de educación de los canes rescatadores en las catástrofes tiene una base lúdica. Lo cuenta un experto

Chichi es un héroe. Pero no lo sabe. Esta acostumbrado a localizar personas atrapadas y cuerpos sin vida, justo antes de que entrasen las excavadoras. Llevaban dos días buscando tras el último terremoto y habían perdido la esperanza. Chichi, un pastor belga llegado de Chihuahua, en realidad solo quería jugar con Erick. Por eso ladraba.

Con el aspecto profesional que le dan sus gafas protectoras y las botitas para evitar que se dañe las patas, Frida, una labrador de siete años, se ha convertido en una estrella. Ya ha salvado a 54 personas en varios sismos (12 en el primero de los terremotos de México de este año, en la localidad de Juchitán) y ahora trabaja entre los restos de la escuela Enrique Rebsamen, donde han muerto 32 niños y cinco adultos, tal y como ha explicado la Marina mexicana a Verne.

Como ellos, miles de perros colaboran con los equipos de rescate en terremotos, avalanchas y derrumbes. Cabe preguntarse quienes son esos héroes que no creen serlo y cómo se convierten en grandes rescatadores.

De eso, el bombero valenciano Moisés Belloch, de 54 años, sabe bastante: «El perro es el único que se lo pasa bien en una catástrofe», cuenta por teléfono el presidente y fundador de la ONG Intervención, Ayuda y Emergencias (IAE) y también responsable de sus unidades caninas. «Rescatar a la gente es un juego para él o mejor dicho, buscar a alguien para jugar».

La respuesta es sorprendente. Todo el mundo hablando de esfuerzo, sacrificios, trabajo, amor incondicional, ¿y lo único que quieren estos héroes de cuatro patas es divertirse? Pues sí.

«Lo que necesita un perro para convertirse en rescatador es que le encante la gente y que le guste jugar», responde Belloch por teléfono desde Algemesí (Valencia). Bueno, no es exactamente así. Un chihuahua no valdría, ni un gran danés. «Nosotros trabajamos con animales de tamaño medio, cuyo peso no provoque el desplazamiento de los escombros. Tampoco pueden ser muy pequeños, porque en este tipo de siniestros hay losas muy grandes y sortearlas requiere un gran esfuerzo para ellos». Vale un gran abanico de razas o mestizos, pero «suelen ser tipo border collie, golden retriever, labradores, pastores alemanes y pastores belgas», puntualiza el bombero. IAE, que tiene dos sedes, una en la Comunidad Valenciana y otra en Melilla, cuenta con 50 voluntarios y 27 perros, de los cuales 14 ya están listos para participar en salvamentos. Han acudido a varios países para ayudar en zonas catastróficas.

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Lo que hacen los entrenadores con los aprendices de salvadores es obsesionarles por el juego. «Bromeamos con que les convertimos en ludópatas», continúa Belloch. Durante dos años el perro trabaja a diario con el voluntario-guía con el que vive y dos veces por semana se entrena en un terreno con escombros.

Se empieza con una tela, una especie de mordedor básico. Hombre y perro forcejean para quiitársela. «Luego les enseñamos a ladrar para reclamarnos que juguemos», explica el experto.

Después la cosa se va complicando: «Si quieren jugar, pues me escondo», dice Belloch, «primero en una zona más restringida, para que no se despisten, luego en un área más amplia llena de cascotes. Cuando te encuentran, ladran para pedirte jugar».

Se trata de que los perros entiendan que la víctima no está siempre en el mismo sitio, así que tienen que recurrir al olfato: Con el entrenamiento se persigue potenciar este sentido,  «que venteen, es decir que cojan el aire por la nariz y que recojan el olor humano. Que identifiquen la queratina humana (la proteína presente en uñas, piel y pelo) que nos diferencia de los animales», explica el bombero.

A medida que transcurre el tiempo, la dificultad de los ejercicios es mayor. Se cambian los lugares y las personas a buscar. «Nosotros tenemos una zona de ejercicios llena de escombros de 5.000 metros cuadrados, con 300 puntos diferentes donde se puede esconder a la gente»

Educar a perros de rescate es más complicado que entrenarles para detectar drogas o dinero, porque el único punto a trabajar es el reconocimiento del olor en cualquier escenario, mantiene el experto. «Los perros rescatadores han de moverse en terrenos distintos», escombros por los que les cuesta desplazarse, nieve, barro… Otro de los aspectos a educar es la percepción de las alturas, dada la dificultad de los canes, asegura, para controlar profundidades. «No tienen muy claro la magnitud de los desniveles y eso es muy importante en los siniestros con ruinas».

 Belloch, bombero desde hace 30 años, se sintió muy frustrado durante un derrumbamiento al poco tiempo de ingresar. «Me parecía que la búsqueda de supervivientes se podía mejorar mucho». Así que comenzó a interesarse por los perros de rescate y fundó en 1998 IAE, que también dispone de perros de terapia.

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«Hallar a la gente con vida siempre es maravilloso, pero lo que más me ha impactado fue lo que vivimos durante los salvamentos del terremoto de Turquía de 1999, (en el que murieron 17.000 personas).  A los damnificados se les repartía una bolsa de un litro de agua por persona y día, mientras que a los rescatadores nos entregaban todo el líquido que queríamos», rememora Belloch. «Cuando íbamos a dar de beber a los perros, no nos dejaban e insistían en cederles parte de su agua. Sentían que tenían que pagarles por el trabajo que hacían con eso, que casi era su única posesión. Y siempre pasaba lo mismo, edificio tras edificio».

¿Cómo saben los perros que quien juega con ellos (la víctima) es el atrapado y no cualquier otra persona  presente en el escenario del salvamento? Entrenándole en que el único que juega es el que está bajo los escombros. «Al inicio, el guía le enseña su juguete, que es una especie de mordedor de tela, y la guarda en su espalda», detalla el bombero, «el perro ya sabe que comienza el juego. Olisquea a los de alrededor, que no le hacen caso, y se centra en percibir el olor de quien está bajo tierra. Al hallarle, entiende que es el que juega con él porque el guía le premia enseñándole el juguete».

O sea, que todo se reduce a un ejercicio lúdico. O quizá no. Puede que los milagros existan, Moisés Belloch vive con cinco perros rescatadores o en formación. Uno de ellos, Iron, es un pastor belga que, a los seis meses, iba a ser sacrificado por agresivo. El bombero le adoptó. Hoy no queda ni rastro de aquel cachorro peligroso. Aunque aún no salga a olfatear jugadores, es un alumno aventajado. FUENTE :EL PAISANIMALES Y CIAPara leer el artículo directamente desde su publicación original pulse aquí 

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